martes, 15 de septiembre de 2009

DELMIRA


Montevideo, 1914.
Fuegos: Las llamas surgen de su cuerpo, de su mirada, de sus manos, de
su corazón. Queman: Sus palabras son como flechas que se meten en
todos los sentidos de quien las lee. Cuerpos: La locura de dos vidas en la
cama, atrapa, contagia la piel, como contagia la imagen de su decir-amarsentir.
Ella: Decidió escandalizar a los pacatos montevideanos del siglo
recién comenzado. Como la magia de la humedad y la semilla, es el arte
del amor y la palabra, decidió mojar todos los surcos y quemarse entre el
aroma de sus versos: "Eros, yo quiero guiarte, padre ciego/ pido a tus
manos todo poderosas/ su cuerpo excelso derramado en fuego/ sobre mi
cuerpo desmayado en rosas/ la eléctrica corola que hoy desplego/ brinda el
nectario de un jardín de esposas/ para sus buitres en mi carne entrego/
todo un enjambre de palomas rosas/ ...viérteme de sus venas, de su boca/
así tendida, soy un surco ardiente/ donde puede nutrirse la simiente/ de
otra estirpe sublime, loca".
Delmira: "Su decir es una poesía del cuerpo, pero del cuerpo como campo
agónico de lo erótico", dijo Idea Vilariño. Riesgos: Fue condenada por su
poesía del cuerpo, por los morales, como Alfonsina, por ese escándalo de
su decir-hacer-pensar. Metáforas: "El sueño, el ensueño, la situación
indecisa entre el sueño y la vigilia, desrealiza, permite un distanciamiento
que, sumado al lenguaje metafórico y al símbolo, hace posible una doble
postulación, le da un espléndida libertad", vuelve a decir Idea Vilariño.
Adiós: Duro, como piedra en la mirada del alma, como el alma sin mirada,
como la mirada sin cuerpos, como cuerpos sin fuego y sin agua, como agua
sin semilla... Así nomás fue la despedida, apurada por el hielo de un marido
que decidió frustrar la libertad, que no quiso oír: "...ningunos labios
ardieron/ como su pico en mis manos/ ninguna testa ha caído/ tan lánguida
en mi regazo/ ninguna carne tan viva/ he padecido o gozado/ viborean en
sus venas/ filtros dos veces humanos/ del rubí de la lujuria/ su testa está
coronada/ y va arrastrando el deseo en una cauda rosada/ agua le doy en
mis manos/ y el parece beber fuego/ y yo parezco ofrecerle/ todo el vaso de
mi cuerpo/ y vive tanto en mis sueños/ y ahonda tanto en mi carne/ que a
veces pienso si el cisne/ con sus dos alas fugaces/ sus raros ojos humanos/
y el rojo pico quemante/ es solo un cisne en mi lado/ o es en mi vida un
amante.../ al margen del lago claro/ yo le interrogo en silencio/ y el silencio
es una rosa/ sobre su pico de fuego/ pero en su carne me habla/ y yo en mi
carne le entiendo/ a veces toda soy alma y a veces toda soy cuerpo".

Delmira Agustini. Revolucionó el ambiente literario del Río de la Plata a comienzos del siglo. Actualmente está
considerada como una de las pioneras de la poesía erótica latinoamericana. Como Alfonsina Storni, su contemporánea
argentina, fue muy criticada por sus creaciones, "demasiado osadas" para la época. En 1914, el hombre que había sido
su marido la citó en una pieza de alquiler y allí la mató de dos tiros, luego se mató. Al día siguiente, los diarios
montevideanos publicaron la foto del cuerpo desnudo de Delmira, caído sobre la cama. Casi ninguno censuró al marido.
Si bien la leyes del gobierno de José Battle y Ordoñez habían hecho adelantar al Uruguay, dándole el voto a la mujer y
permitiéndole divorciarse por su voluntad, las mentes de muchas gentes siguieron condenando todo eso y nunca
aceptaron la libertad de Delmira, o de alguna otra mujer.

Extraído del libro "Mujeres del siglo XX"...

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